miércoles, 29 de mayo de 2013

Cuando lo simple te parece complejo

Siempre he sido compleja, y por qué no decirlo, tal vez rara. Mi cabeza suele ser un torbellino de ideas, sensaciones, emociones y deseos. Para describir todo lo que me pasa por ella debería usar o demasiadas palabras o mejor no decir nada porque ninguna palabra se aproxima a lo que quiero expresar. Yo no lo elegí, pero como todo en la vida tiene sus pros y sus contras.

De un tiempo a esta parte he notado que a veces una pregunta tan simple y recurrida para iniciar conversación como "que tal?" es capaz de ponerme en un compromiso. Precisamente por lo que antes he expresado. En un sólo día me ocurren tantas cosas y me vienen a la cabeza tantos pensamientos que no sé qué es lo más apropiado para decir en ese momento. Y lo peor no es tener que decidir qué decir, a veces es peor la reacción del interlocutor, el cual en el peor de los casos insistirá como si estuviese convencido de que mientes u ocultas algo. Y aunque todo esté bien y muestres el mayor entusiasmo del mundo los hay que parecen considerarlo ofensivo y te darán claras muestras de que tampoco es lo que esperaban oir, eso te hace pensar que a muchos no les gusta comprobar que algunos a pesar de las dificultades puedan mostrarse optimistas (pero ahí se entra en un círculo de malos sentimientos del cual no hablaré aquí). Incluso los hay que únicamente preguntan por cortesía pero realmente poco les interesa saber lo que sientes.

Como saber qué intenciones tiene realmente quien lo pregunta? Me atrevo a decir que es imposible saberlo. Y ante esa imposibilidad, no tiene una mínima justificación el ser tan dubitativo a la hora de responder a esa pregunta?

Antes de escupir una palabra, saboréala bien en la boca. A eso resumo yo mi forma de expresarme y relacionarme.

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